Los Médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social, autor Manuel Peñafiel, fotógrafo, escritor y documentalista mexicano

Los Médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social
Texto y Fotografías de ©Manuel Peñafiel
Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano

En 1980 por fin quedaron terminados dos libros que me había encomendado el Instituto Mexicano del Seguro Social, me refiero a Los Médicos del Seguro Social y Niños de México.
Para realizar el primero tuve que esforzarme, acudir a los hospitales fue doloroso. Vestido con la ropa esterilizada que usan los médicos, capturé fotografías en los quirófanos donde se realizaban diversas intervenciones. Es impresionante ver cortar la piel humana, los músculos de una persona anestesiada saltan a la vista brillantemente rojos, aparece la vulnerable pulpa de la carne, hacia el interior palpitan los órganos vitales, y son ellos los que eligen aquella entraña enferma que acometen con exacta precisión con sus  sanadoras manos envueltas en ensangrentados guantes de látex, vinilo, nitrilo o neopreno según su elección.
Mientras yo trabajaba para capturar las escenas que representaran las faenas en los hospitales, aquellos médicos siempre me recibieron amablemente, recuerdo cuando entré a una operación de corazón, y uno de ellos al verme con mi cámara, me dijo:
- Espera, todavía no tomes la foto, te avisaré en el momento en que coloque la válvula artificial.
Al tiempo que estiraba con sus pinzas dicho órgano y los demás estaban prestos; calmadamente expresó:
- Está es la valvulita, ahora, ¿ quieres que sonriamos ?.
Le agradecí su espontáneo entusiasmo, respondiéndole que la escena se vería más natural si ellos no miraban de frente a la cámara, y además sonreír sería inútil ya que todos ellos portaban cubrebocas. Después de que volvieron a su actividad, activé repetidamente el obturador, les di nuevamente las gracias, y salí a tomar aire para recuperarme ante aquella escena durante la cual en cualquier momento la muerte podría irrumpir.
Cierta vez que estaba fotografiando una intervención quirúrgica de córnea, me subí a un banco para abarcar mejor la mesa de operaciones repleta de instrumentos, y noté que entre ellos había un cubito de flashes que se usaban en las pequeñas cámaras de aquella época.
Pensé que alguno de los médicos tenía la intención de documentar su labor, pero mientras tanto, el cubito me estorbaba estando fuera de lugar en mi composición fotográfica, así que se me hizo fácil retirarlo algunos centímetros fuera de mi encuadre. Para mi sorpresa el jefe de cirujanos me volteó a ver preguntándome que hacía yo. Le expliqué que solamente había recorrido el cubo de flashes por estorbar.
¿ Qué más tocó usted ?, me preguntó roncamente.
Solamente eso.
El médico ordenó a las enfermeras cambiar todo el instrumental esterilizado que estaba impecablemente acomodado para la operación. Tal labor llevó varios minutos que para mí se hicieron larguísimos. Las enfermeras me miraban arriba de sus cubrebocas. Sus ojos me reprochaban en silencio. Me sentí avergonzado por lo que mi imprudencia había ocasionado. Ruborizado continué trabajado. Al terminar de tomar las fotografías me escurrí fuera del quirófano procurando pasar desapercibido.
A punto de salir, aquel médico exclamó:
- No se preocupe por lo sucedido muchacho, vuelva cuando quiera.
Quizás lo más doloroso fue recorrer el pabellón de oncología.
Algo más que trituró mi calma fueron los alaridos de los niños quemados, mientras los enfermeros los frotaban con estropajo enjabonado para desprenderles la piel dañada, y así evitar infecciones antes de aplicarles los cuidados médicos. Un interno me dijo que la mayoría de los accidentes ocurren en casa.
Para documentar las diversas áreas que cubre el Instituto Mexicano del Seguro Social, también viajé a los inhóspitos y apartados  medios rurales, a cuyos miserables pueblos y rancherías solamente llegan las migajas científicas, sin embargo, aquellos desdichados indígenas las reciben agradecidos, y frecuentemente recurriendo abnegadamente a su medicina herbolaria ancestral.
En mi país hay regiones donde las consultas se hacen acompañadas de un intérprete que traduce las indicaciones del médico a los idiomas autóctonos de los pacientes.
Trabajar en los hospitales de ginecobstetricia fue preocupante al constatar que en México irresponsablemente no se practica el control natal, trayendo al mundo a hijos que padecerán carencias y sufrimientos.
En las salas para el parto vi brotar la vida. Aquí los médicos miraban a la cámara sujetando orgullosamente aquellos recién nacidos como si fuesen trofeos vivientes. Constantemente les tenía que pedir que no vieran la lente para que las actitudes fueran más naturales, ellos comprendían mi labor y bajaban la vista para cortar el cordón umbilical. Sin resistirlo preguntaban que tal saldría la toma, y bromeando yo para alegría de todos les respondía que iba a ser fotografía para portada de revista. Reíamos y después las enfermeras envolvían al bebé para llevarlo a las mediciones y a la báscula.
©Manuel Peñafiel
Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.
El contenido literario y fotográfico de esta publicación está protegido por los Derechos de Autor, las Leyes de Propiedad Literaria y Leyes de Propiedad Intelectual. Sin embargo, puede ser reproducido con fines didáctico - culturales sin omitir el nombre de su autor y el crédito de la fotografía; queda prohibido utilizarlo con fines de lucro.
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It is strictly prohibited to use it for lucrative purposes.









Los Médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social, autor ©Manuel Peñafiel
Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano

La buena salud es la mayor riqueza, nuestro cuerpo es un portento de funcionalidad, ahí se hallan órganos que han estado activos ininterrumpidamente las veinticuatro horas desde antes de nuestro nacimiento, desgraciadamente existen millones de personas que no poseen tal privilegio.
En 1980 el Instituto Mexicano del Seguro Social me contrató para recabar las fotografías de un libro que se llamaría Los Médicos del Seguro Social, mi peregrinar por los diversos hospitales dejó huellas imborrables, tanto en la película fotográfica como en mi memoria, ante mí tuve el inconsolable dolor humano, la lente de mi cámara fue testigo de las lágrimas y gritos de los niños quemados, del mutis de resignación de los pacientes aguardando por sus respectivos tratamientos, el pabellón de oncología olía a tragedia irremediable, en los pasillos escuché a las madres gemir secamente mientras parían a sus críos acostadas en sus camillas por no existir quirófanos suficientes para atenderlas, la función de los riñones es purificar la sangre, sin embargo, hay personas con deficiencia renal que necesitan diariamente que un aparato ejecute las funciones de dicho órgano, por una vena les extraen su sangre para que la purifique el mecanismo y por otra vena se las devuelven limpia, dicha terapia es agotadora, y salen de ahí arrastrando una marchita existencia, en otras ocasiones, me trasladé a las clínicas rurales a donde los indígenas acuden solicitando algunas migajas de la ciencia para aliviar temporalmente su perenne sufrimiento, también disparé la cámara mientras los cirujanos abrían los pechos para enmendar corazones enfermos palpitantes en agonía, fotografiar el agobio humano me desgastó, las personas que disfrutan ver series televisivas y películas donde los médicos son protagonistas, desconocen la avasallante realidad de la mayoría de los hospitales mexicanos, donde el hondo tajo que produce la guadaña de la muerte muchas veces no tiene remedio.


 ©Manuel Peñafiel
Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.
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