El sepelio de la mariposa / ©Manuel Peñafiel, Fotógrafo, Escritor y Documentalista


El sepelio de la mariposa
Texto y Fotografías de ©Manuel Peñafiel





El sepelio de la mariposa
Texto y Fotografías de ©Manuel Peñafiel
Cuando todos los órganos de aquella crisálida estuvieron completos, ella lubricó su capullo para ser capaz de emerger hacia la libertad, sus alas aún estaban húmedas, frágiles y retraídas, así que con el fluido hemolinfa infló las venas alares, entonces fue capaz de extenderlas, aleteó nerviosamente emocionada, sabía que gracias a sus volátiles colores ella podría elevarse, ascender, revolotear, ver el amanecer, aspirar fragancias, suspirar océanos, juguetear con las corrientes del viento, hacer piruetas bajo los árboles, posarse en la enramada de la imaginación, succionar el néctar de las ideas, escuchar los latidos del crepúsculo, arrullarse con el eco de una ola. Todo eso podría hacer y aún más, era ella una mariposa.
Con sus ojos ávidos de paisaje observó las montañas, no le asustaba ninguna distancia, no la intimidaba el calendario, era dueña de sus delicados matices, era la protagonista de su propia vida, así que decidió ser una viajera insaciable, peregrina de ensoñaciones, compositora de canciones en idiomas olvidados, investigadora del por qué de los sucesos.
Desconocía el nombre del país donde había nacido, así que consultó los códices escritos sobre la corteza de los ancianos árboles de amatl, supo entonces que primeramente la gente había vivido sobre un lago, cuyos contornos eran similares a las áreas sombreadas del astro Meztli, nocturnalmente plateado, por lo tanto, aquella gente decía que su nación se reflejaba en el Xicco de aquel cuerpo celestamente silente, México proviene de las palabras: Meztli luna y xicco ombligo, significando en el ombligo de la luna.
La mariposa decidió averiguar que sucedía en lejanos parajes, sin embargo al arribar a ellos, atemorizada huyó de las regiones del Norte, donde a numerosas mujeres las han asesinado, después de secuestrarlas para cometer innombrables atrocidades.


En el Sur, tampoco las cosas eran buenas, a los indígenas se les acorralaba en la pobreza, persiguiendo y asesinando a los que protestaban por la esclavitud impuesta por el sistema. En otras regiones a los defensores de la ecología los eliminaban para talar bosques y urbanizar.
Agobiadamente decepcionada decidió trasladarse a los arrecifes del mar cántico, pero la polución aniquilaba a los peces y a los corales. Pensó que podría hallar amigos entre los humanos, su frustración fue inmensa al constatar su crueldad hacia los animales.
Arribó pues, a lóbrego sitio para el deplorable destino de las muñecas olvidadas por sus dueñas, voló buscando amigas, pero las infelices criaturas estaban dañadas, sucias, maltrechas y mutiladas. Por las noches aquellas muñecas solían cobrar vida, la obscuridad las protegía de las impiedades, las maltrechas criaturas solían entonar nostálgicas canciones rememorando los quebrados sueños, y las fragmentadas ilusiones de la infancia llagada de temores, de la juventud desconcertada, de la adultez avinagrada, de la vejez pesarosa y de la ciega humanidad. Aquellas muñecas eran el eco coral de la mayor tragedia jamás surgida… la decadencia humana.
La acongojada mariposa se resistía a aceptar el mísero egoísmo que profana a la especie humana. ¿ Acaso no existía el remedio ?
Conversó con el búho, y se enteró de que a las estrellas las había asfixiado la contaminación ambiental, junto con los desechos de naves espaciales abandonados por los científicos espaciales, allá donde nunca ha existido dios. A la mariposa la indignó la arrogante y absurda ambición de habitar otros planetas, mientras la Tierra estaba siendo destruida por el calentamiento global, los glaciares inundarían poblaciones enteras, y los volcanes les escupirían fulminantes reprimendas a los codiciosos empresarios.
Charló con la iguana, solo para enterarse que la fauna se estaba extinguiendo.
Aquella desolada mariposa pensó que tal vez el colibrí sería optimista, sin embargo, su apresurado revoloteo describió la devastación cometida en detrimento del alojamiento de las aves; el hacha, la sierra y los incendios provocados por los fraccionadores lo habían convertido en desolada pesadilla. El rocío era ahora ácidamente sanguinolento, el trébol estaba manco, la flor gemía, la lluvia lloraba envenenada, el relámpago estaba enfurecido, el arcoiris agonizaba, las luciérnagas ya eran invidentes, su agónico fulgor era la repercusión del sufrimiento de los niños quemados en aquella guardería ratonera administrada por corruptos.


Soy una mariposa, se dijo a sí misma, mi existencia es la celebración del Cosmos, sin embargo veo que nos dirigimos todos al pozo negro del vacío sin retorno.
Volaré, deben persistir aún los periodistas veraces, aunque moribundos que no se vendan a la retrógrada derecha, debe haber algún pintor que domine el dibujo, un cantante que respete la escala musical, algún gobernante honesto, pero aquella criatura alada solo leyó negruscos encabezados en los periódicos, todo era una confusión sin brújula, el pesimismo agujeraba los bolsillos y las mentes.

Me niego a ensuciarme en este infestado y fétido orbe, debo acabar dignamente con mi propia existencia, volaré tan cerca del calor solar que mis ojos reventarán despilfarrando pesadillas, beberé gaseosas embotelladas de aquellas que provocan diabetes desde temprana edad, respiraré el monóxido que ha envenenado los pulmones de las urbes, me incineraré en algún basurero clandestino, o quizás lo mejor sea extender mis alas interrumpiendo momentáneamente mi vuelo suicida para pedirle a algún poeta que redacte mi agonía, y la relate en mi sepelio.


©Manuel Peñafiel
Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.
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