El Innombrable - ©Manuel Peñafiel, fotógrafo, escritor y documentalista mexicano.
El Innombrable
©Manuel Peñafiel, fotógrafo, escritor y documentalista mexicano.
El despertador interrumpió el sueño de Anastasio, incapaz de liberarse de la flojera matutina, todavía adormilado se dirigió al cuarto de baño para cepillarse los dientes, su boca aún conservaba el rancio sabor del último cigarrillo vespertino, al pasar las cerdas del cepillo varios cabellos se le enredaron entre los dientes, inmediatamente escupió la espuma del dentrífico, la masa blancuzca revuelta con nidos de liendres vivas le provocó asco, le repugnó no poderse responder, ¿ cómo rayos había llegado esa maraña invadida de caspa hasta ahí ? Bajo la ducha siguió escupiendo aquellos cabellos que parecían no tener final.
Después de vestirse salió apresurado hacia su oficina, el tránsito vehicular citadino fue lento e irritante como solía serlo a diario. Anastasio encendió el aire acondicionado de su automóvil, pero lo tuvo que apagar por el penetrante olor a combustión que entraba debido a las emisiones de miles de vehículos desplazándose a vuelta de rueda.
La jornada laboral transcurrió sin ninguna novedad estimulante, el retorno a su departamento fue aún peor, los encharcamientos debido a las lluvias provocaron prolongado caos.
Finalmente, Anastasio cayó fatigado en su cama, trató de conciliar el sueño sabiendo de antemano que era incapaz de dormir sin interrupción a lo largo de la noche, de pronto, un rasgueo le hizo incorporarse, provenía del subsuelo; pensó que se trataba de hambrientos roedores y maldijo al conserje del edificio por no colocar raticida regularmente. Anastasio comenzó a inquietarse por la fuerza de aquellos arañazos, así que se incorporó para encender la luz, no transcurrió mucho tiempo para percatarse de que ahora el sonido de esas garras provenía del espejo colgado en la sala, el cual se cuarteaba con los rechinidos de aquellos voraces zarpazos. Anastasio se atemorizó, su mirada se posó en aquellas cuarteaduras, las cuales secuestraron su vista hacia abismo de lamentos, espectrales siluetas se arrastraban entre ásperos quejidos, eran deformes contornos humanos vagando en pantano de reproches.
Anastasio parpadeó repetidamente para alejar aquellas visiones de sus pupilas, ahora el espejo se empañaba por detrás rítmicamente con las respiraciones que emanaban aquellos infortunados seres; el propio reflejo de Anastasio se cubrió de escamas, él continuaba inmóvil de pie ante aquel decrépito espectáculo, sus brazos se entumieron cayendo inertes a los costados de su cuerpo, sus corvas se doblaron inesperadamente, y cayó al suelo donde sus piernas tras repetidas convulsiones se trenzaron, toda su anatomía se hizo ondulante, reptando sobre la alfombra de su departamento, pudo oler el polvillo acumulado, su rostro adquirió las facciones de un reptil, su lengua se asomaba y ocultaba inspeccionando la temperatura de la habitación buscando alguna alimaña para engullirla viva.
Un sopor le invadió pesadamente, sus rugosos párpados se cerraron, su mente generaba ideas sanguinarias y homicidas, dentro de su cavernosa alucinación se encontraba el personal del despacho donde él laboraba.... detestaba a todos; aparecían y desparecían escenas de su desventurada infancia revueltas con el hedor del fracaso que había sido su mediocre vida, a lo lejos se oían burlonas carcajadas y el batir de huesudas mandíbulas, sintió como la agonía existencial lo transportaba hacia un pozo sin redención alguna.
Al otro día despertó ahí tirado y desnudo sobre el suelo, su cuerpo había recuperado su anatomía humana, sin embargo, estaba cubierto de una sustancia fétidamente grasienta, las uñas de sus manos se encontraban heridamente descarnadas; Anastasio se incorporó para ponerse una bata que aminorara el frío que le masticaba músculos y huesos, se dirigió a la cocina para sacar de la alacena un frasco de café soluble, le dio pereza poner a calentar agua en el pocillo, así que se limitó a dejarla correr del grifo hasta que salió lo suficientemente cálida para disolver los aromáticos granos, dio un sorbo y luego otro, sin percatarse, de lo que bebía se transmutaba en poción viscosa, aquella mucosidad se anudó a su garganta dificultando su respiración, trató inútilmente de expulsarla, atrás en su garganta se adherían las minúsculas extremidades vellosas de un arácnido; Anastasio se metió el dedo hasta la campanilla para provocarse el vómito, después de arquear su cuerpo finalmente pudo arrojar algo parecido a un diminuto feto de indefinida especie, parecía la larva de algún animal con rasgos humanoides, todo Anastasio ardía con seca fiebre, débilmente se arrastró hasta el sofá donde se tiró para recuperarse, deliró por tiempo indefinido, al recuperar el conocimiento se percató de su crecida barba, dándose cuenta de que por varios días no se había presentado a trabajar; era incapaz de descifrar la naturaleza de aquellos nauseabundos sucesos, deseó rezar implorando protección divina, sin embargo, hacía ya muchos años que había comprendido la inexistencia de dios, aquel oficinista se encontraba irasciblemente drenado y abatido, sofocado bajo marchitas esperanzas y frustrados anhelos.
Días y noches se deslizaron sin él poder recuperar la completa lucidez, su teléfono móvil sonó incontables veces, era la secretaria de su jefe en la compañía donde trabajaba tratando de averiguar su paradero, finalmente al aparato se le agotó la batería.
Anastasio dejó de ingerir alimentos, una densa nubosidad emergida de los muros de su apartamento se le introducía por los orificios de la nariz otorgándole el suficiente sustento para mantenerlo vivo, sin embargo, la desnutrición comenzó a causarle estragos; por las noches su respiración era dificultosa abría la boca igual a moribundo pez, era entonces que algo siniestro se le introducía para masticarle las encías, aquel intruso ser se alimentaba de la suave carnosidad sanguinolenta, esto ocasionó que los dientes de Anastasio se desprendieran paulatinamente, dentro de su agonía él se percataba de que era necesario buscar ayuda, descolgó el interfón para comunicarse con el portero del condominio, el cual preguntó repetidas veces que se le ofrecía, pero Anastasio fue incapaz de emitir palabras coherentes, su léxico había sido secuestrado por un perverso imán surgido del irremediable precipicio, todo su raciocinio era ahora cascajo de ideas truncas.
Era el sonido de una grave voz la que se dispersaba por todo aquel departamento, Anastasio la escuchaba aterrorizado, aquel sonido era infrahumano, provenía de las fosas del pudor en el exilio, eran ordenanzas que lo conducirían hacia su perdición total, lo sabía, su cordura se drenaba igual que despojos por una alcantarilla, el calor se había tornado agobiante; de pronto vio labrarse el perfil de un rostro en la pared de la habitación, sus ásperas facciones arrastraban rasgos de traicionero tirano, su mandíbula se abatía y al hacerlo su dentadura chocaba con el eco de trituradas osamentas, aquel semblante ostentaba la cabellera de un verdugo.
Yo soy el Innombrable vociferó de pronto aquella repulsiva presencia, soy la maldad que ha carcomido a la gran mayoría de los seres humanos durante incontables centurias, soy la ruleta donde gira el homicidio, la codicia, el vicio, la traición, el fraude, la belicosidad, la hipocresía, ala corrupción, y las depravaciones; en mi melena se incuban virus triunfadores capaces de vencer a cualquier virtud, la concordia y la bondad agonizan; la vida en el planeta Tierra está sometida al pérfido látigo de mi voluntad, y al final todos serán mis esclavos, despreciables cautivos girando en la huérfana inercia de la inacabable oscuridad del cosmos. Así que levántate insignificante hombrecillo, tú me seguirás como antaño lo han hecho millones de semejantes tuyos, la humanidad se maldijo a sí misma desde inmemoriales tiempos, hombres y mujeres han sido sus propios verdugos, y yo les he anudado la horca para siempre.
©Manuel Peñafiel
Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.
El contenido literario y fotográfico de esta publicación está protegido por los Derechos de Autor, las Leyes de Propiedad Literaria y Leyes de Propiedad Intelectual. Sin embargo, puede ser reproducido con fines didáctico - culturales mencionando el nombre de su autor Manuel Peñafiel y los créditos de sus fotografías; queda prohibido utilizarlo con fines de lucro.
This publication is protected by Copyright, Literary Property Laws and Intellectual Property Laws. It can only be used for didactic and cultural purposes mentioning Manuel Peñafiel as the author and his credits for the photographs. It is strictly prohibited to use it for lucrative purposes.
Trayectoria de Manuel Peñafiel
Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano.
La obra fotográfica de Manuel Peñafiel ha sido presentada en Rusia, Francia, Bélgica, Turquía, España, Italia, Cuba, Japón, Polonia, Bulgaria, República Checa, E.U.A., Indonesia, República Popular China, y Los Países Bajos.
En México sus fotografías se han exhibido en El Palacio de las Bellas Artes, Museo de Arte Moderno, Museo Universitario del Chopo, Museo Nacional de las Culturas, Museo Felipe Santiago Gutiérrez, Museo de la Ciudad de Cuernavaca, Centro Cultural Jardín Borda del Instituto de Cultura de Morelos, La Cineteca Nacional, Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Museo Ex Convento de Tepoztlán, Museo de Arte Indígena Contemporáneo, y Casas de Cultura diseminadas en su país.
Autor de los libros: Cavilaciones, Kinver o la rueda con el alma 19, El Estado de México, México, Carne, Los Médicos del Instituto Mexicano del Seguro Social, Niños de México, Conjuros y Deseos, Emiliano Zapata un valiente que escribió historia con su propia sangre.
Productor y Director de Fotografía de los documentales Los Últimos Zapatistas Héroes Olvidados; y Pancho Villa la Revolución no ha terminado-
Manuel Peñafiel ha sido premiado por su Excelencia Fotográfica, Cinematográfica y Contenido Histórico y Social de su obra.
Manuel Peñafiel acumula en su carrera una extensa hemerografía, su obra fotográfica ha sido reproducida y reseñada en periódicos y revistas publicadas en el ámbito nacional e internacional, merecedor a reconocimientos públicos por su trayectoria artística y aporte a la cultura. La biografía de este creador se encuentra en La Enciclopedia de México Tomo XI.
Comentarios
Publicar un comentario