EL AUTORRETRATO RADIOGRAFÍA ÍNTIMA ©MANUEL PEÑAFIEL - FOTÓGRAFO, ESCRITOR Y DOCUMENTALISTA MEXICANO.

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El autorretrato, radiografía íntima ©Manuel Peñafiel - Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano Tal vez algunas personas piensen que es vanidoso realizar un autorretrato, sin embargo no es así; lo que sucede es que para los artistas nuestro rostro es lo que está disponible cuando alguna idea surge, es la materia prima accesible en cualquier momento. Además, hacer un autorretrato es similar a un diagnóstico, a un manifiesto, o alguna proyección psicológica. Observar el retrato nos describe cual era la situación emotiva de su autor cuando éste lo realizó, permite que el público se asome al habitat y a las circunstancias donde el artista llevó a cabo su labor creativa. En los inicios de nuestra biografía profesional, los artistas sinceros nos esforzamos en dominar la técnica; después de lograrlo, desarrollamos el estilo personal. Mi primer autorretrato lo hice a los quince años de edad, en 1963 para ser preciso, cuando la Ola Inglesa tenía alborotado al océano musical mundial. Aquellos que conozcan el primer álbum en acetato de larga duración With The Beatles, recordarán la sobria portada en blanco y negro. Así que con sus melodías como fondo, y con la autorización de mis padres Ricardo y Renée improvisé mi rudimentario estudio fotográfico en una habitación de poco uso; cerré las cortinas, me puse un sweater negro con cuello de tortuga, y traté de reproducir la iluminación con la cual Robert Freeman retrató a los cuatro talentos nacidos en el puerto de Liverpool. Mi infancia transcurrió triste con un padre autoritario, los años escolares en el Colegio del Tepeyac los padecí bajo los azotes de los neuróticos sacerdotes y monjas. A los nueve años de edad, la víspera a mi primera comunión el confesor trató de desabrocharme el pantalón, afortunadamente, mis instintos me permitieron reaccionar rápidamente para huir ileso de sus depravadas intenciones. Las quebrantadas armonías familiares junto con la perversa farsa de la religión católica, las hipócritas actitudes de la sociedad y la corrupción gubernamental demolieron mi optimismo, así surgió el autorretrato Juventud sin brújula, que data de 1968. Años más tarde, en 1976 recurriendo a la broma, me coloqué frente a la cámara fotográfica de negativo 35mm para brindar con una copa de leche; en 1977 me retraté otra vez con sentido del humor, y ya olvidé con qué intención en aquel entonces, cepillaba mi cabellera para que emergiera voluminosamente, quizás mi frenesí aspiraba a erigir antenas capilares para captar abundantemente las señales y erupciones de la vida misma; ese mismo año subí a la cima de una montaña para fotografiarme ante la inmensa Naturaleza, sin preveer que el vértigo de altura me tomaría por sorpresa, sentí tanta angustia que temí ser atraído hacia el vacío, fue necesario descender arrastrándome para sentirme seguro. Los autorretratos son obras que evolucionan a lo largo de la carrera profesional. Yo Manuel Peñafiel autor de estas líneas, puedo asegurar que el cerebro humano es un portento innato, quizás parezca exagerado, pero cuando estoy solo y sin hacer algo, rara vez me aburro, pensar es lo más ameno que podemos hacer, aunque a veces pareciera que el intelecto posee vida propia independiente a nosotros; la mente es inquieta, volátil, indecisa, rebelde y en ocasiones traicionera; convertida en agresiva marejada intenta ahogarnos. No pretendo elucubrar sin fundamento en nuestro organismo los elementos químicos alteran las emociones, resulta imprescindible el autodominio, a la mente yo la considero una bestia a la cual el domador le tiene que ordenar: ¡ Quieta ! De lo contrario, el pesimismo, el temor, la ira, la agresividad, el rencor y la duda nos masticarían, arrastrándonos hacia depresivos senderos. Consciente de que el cerebro es prodigioso torbellino, se me ocurrió internarme en el laboratorio fotográfico para darle énfasis a los pensamientos y a la percepción; así surgió el autorretrato intitulado "La Mirilla", realizado en 1979. El orificio en mis sesos representa a la mirilla que poseen las cámaras, ventana por donde los fotógrafos miramos los aspectos de la vida que deseamos capturar: La fotografía es página arrebatada al tiempo y obsequiada a la historia. Fui un niño tímido e introvertido, al no comunicarme verbalmente la mutación achicó mi boca y generosamente agrandó mis ojos, de esta manera desarrollé la percepción, mi sensibilidad se desarrolló, prescindiendo de la insubstancial charla preferí pensar; constaté que hablar es efímero escribir es casi eterno. La fotografía es mi lenguaje con el cual comparto mis vivencias, varios de mis autorretratos los he hecho en mi ámbito laboral, son testimonios de los desolados parajes que habitan mis paisanos mexicanos, me he retratado al lado de los desprotegidos protestando por la injusticia social, según lo muestra la imagen captada en 1977, donde documento la esclavitud infantil que existe en México, tragedia que viven los niños que elaboran tabiques con lodo para luego cocerlos en las ladrilleras en la periferia de mi natal Ciudad de México. En 1996 desarrollé varias creaciones digitales, mi autorretrato rodeado de manzanas y alacranes es de aquella época. Sin embargo, la pintura y el dibujo siempre me han atraído poderosamente; en 1985 decidí inscribirme como alumno en la Académie de la Grande Chaumière en París; a estas líneas las acompañan un autorretrato al óleo ejecutado en 1991. En 1998 comencé la filmación de mi documental Los Últimos Zapatistas, Héroes Olvidados, cinta que reúne los testimonios de aquellos ancianos que en su infancia y juventud lucharon al lado del General Emiliano Zapata durante la Revolución Mexicana de 1910; a manera de imborrable remembranza, antes de finalizar el rodaje me fotografié con el Teniente Galo Pacheco. Mi actividad como productor y fotógrafo documental me ha hecho solidario de las luchas sociales a las cuales apoyo gráficamente para difundir sus exigencias a los anteriores sexenios corruptos. Durante la realización de mi documental Pancho Villa, la Revolución no ha terminado; en el 2002, la buena fortuna me llevó hacia Guadalupe Villa Quezada, hija del famoso revolucionario, después de filmarla, me retraté al lado de la viejecita, quien me guió hasta la tumba de su padre, donde también coloqué la cámara sobre el tripié para conservar un recuerdo más. En 2003 se me ocurrió posar dentro de un ataúd, ya que cuando la fecha de mi muerte llegue no seré capaz de observar mi rostro ausente de expresión…pensando en el marchito epílogo, intento perpetuar mi existencia a través de mi legado fotográfico y literario; me entristece abandonar la vida yo trabajo para no morir. Varios de mis autorretratos son juguetones desprovistos de ruinosos elementos; con mis modelos he recorrido océano de rostros y disfrutado deliciosas cordilleras anatómicas. Diversas imágenes las concibo con ingredientes para preparar inconforme coctel acerca la humanidad con desafiante dosis por la hipocresía social, mis autorretratos son ideas sobre una colorida sartén, puedo ser carnicero o alegre repostero, retratarme a mí mismo es negarle el monopolio al espejo, lo hago despojándome de la timidez sin caer en burdo exhibicionismo, reproduzco mi semblante de la misma manera que un labriego arroja su semilla, esperando renovado amanecer, al observarme y recrear los surcos del rostro escalo mi escarpada existencia, mis ojos son de nubes melancólicamente plácidas, aún así, las tupidas pestañas son capaces de tornarse en azote de tormenta, son mis cejas los dos remos con los que navego en los mares de la mirada, mi nariz la erguida proa de imaginativo buque, las mejillas son almohadas sobre las que medito, flotando en trance productivo, o elaborando el encaje de un orfebre mental, mi cabellera es bosque de ideas atrevidas, y mi lengua es prudente ayunando de palabrería para no convertirme en absurdo parlanchín. Al final de nuestras vidas seremos insignificante humo en la hoguera del inmenso universo; por lo tanto, desperdiciar momentos es error irreversible, el tiempo fluye sin retorno, un autorretrato se debe esculpir con el cincel de la sinceridad, el lienzo existencial se despliega diariamente de nosotros depende utilizar trazos optimistas para delinear un digno destino. ©Manuel Peñafiel - Fotógrafo, Escritor y Documentalista Mexicano. El contenido literario y fotográfico de esta publicación está protegido por los Derechos de Autor, las Leyes de Propiedad Literaria y Leyes de Propiedad Intelectual, sin embargo, puede ser reproducido con fines didáctico - culturales mencionando el nombre de su autor Manuel Peñafiel y sus créditos por las fotografías; queda prohibido utilizarlo con fines de lucro. This publication is protected by Copyright, Literary Property Laws and Intellectual Property Laws. 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